lunes, 3 de septiembre de 2012

0 En mi equipo no necesito a un Cristiano Ronaldo

La cara de impotencia de CR7 es única cuando premian a Iniesta.

Una “Joyita”. Cristiano Ronaldo, más conocido como CR7, podrá ser un gran jugador de fútbol, goleador y toda la parafernalia que le rodea, pero no me caen los arrogantes. Qué podemos hacer, es un espeso este tipo.

Desde acá agradezco a la UEFA por pensar como yo y otorgarle sabiamente a Andrés Iniesta el premio al mejor futbolista del 2012. Un crack humilde. Su juego luce más que su propio nombre. 

En el caso de CR7, él siempre quiere lucir más. En su alucinado mundo todos tienen que jugar para él. Todos son peones, menos él, el rey. Nunca pasará por su cabeza que el mérito es del equipo que armó la jugada. Es tal su egocentrismo que cuando anota un gol corre a verse en la pantalla gigante del estadio. Patético. 

Ahora, me he topado con algunos CR7 y normalmente no les gusta entrenar, solo quieren entrar a la cancha y figurar, sacarse fotos, salir en la cámara de Tv, ser famosos. Eso sí, que los demás trabajen para ellos. Es que los CR7 se creen dioses, intocables; no aceptan consejos, son arrogantes y malogran a cualquier grupo porque sutilmente les meten sus alucinadas ideas al equipo que sí trabaja en equipo.

Hace poco un CR7 quería “jugar” un partido importante, pero nunca lo vi entrenar con sus compañeros  de equipo ni pisar la “cancha”. No ven, se creen estrellas. Por ello, no necesito a un Cristiano Ronaldo en mi equipo.

Lo que sí necesito en mi equipo son algunos Iniesta, creativos que corran la cancha, que suden la camiseta y de vez en cuando metan pases de gol para ganar los partidos.  No basta la capacidad, se requiere pasión, a costa de todo.

Andrés Iniesta para ser Andrés Iniesta tuvo que alcanzar grandes méritos para merecer estar en el equipo, es decir, no solo le bastó su lujosa técnica con el balón. Así, los Iniesta entrenan todos los días, pulen sus defectos, son enseñables, conviven con sus compañeros, aprenden a detectar sus puntos débiles y afianzar sus fortalezas, entienden la eficacia del trabajo en equipo, se ganan el respeto de su entrenador y caminan juntos para cumplir la misma visión del conjunto.

Los Iniesta, por más buenos que sean, son humildes, eso es lo que marca su personalidad.  Nunca se quejan. El primer partido del ‘Blanco’ nunca fue contra el Real Madrid, al contrario, fue contra el equipo más chico de la Liga y solo jugó unos minutos. Y así, partido tras partido, jugó 15’, luego 30’, medio tiempo, después un partido entero. Con el paso de las fechas disputó cotejos un poco más complicados con equipos de media tabla. Entraba y salía. Era un talento, pero todavía seguía siendo una pieza de recambio.

Tuvo que mostrar sus pinceladas de genialidad -que ya lo había exhibido con sus compañeros en los entrenamientos- para convencer al entrenador que el titularato en el medio campo tenía nombre y apellido. De esta manera, luego de un largo recorrido, jugó contra su clásico rival. Disputar ese encuentro le costó sudor y lágrimas. No fue de la noche a la mañana. Sin embargo, valió la pena la larga espera para sus actuales seguidores porque solo así descubrimos al Andrés Iniesta real, excelente jugador y mejor persona.

Esos Andrés Iniesta necesito en mi equipo. Como dice el poeta uruguayo Mario Benedetti: “Con gente como esa, me comprometo a lo que sea, ya que con haber tenido esa gente a mi lado, me doy por bien retribuido”. 
 

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