Así opina el periodista colombiano José Alejandro Castaño, quien vino hace tres semanas (el mismo tiempo que no posteo en el blog) a la Feria del Libro para presentar su libro ‘¿Cuánto cuesta matar a un hombre?’
Me atrapó su franqueza al hablar sobre la crónica, género periodístico que muchos argumentan es el más cercano a la novela. Sin embargo Castaño -ganador del premio Casa de las Américas 2003 y colaborador de Letras Libres, Etiqueta Negra y Gato Pardo- opina distinto por sus vivencias en las violentas calles de Medellín. El rigor de sus crónicas no pasan por “escribir bonito” ni embellecer textos, sino por plasmar escenas, explorar realidades, relatos, hacer hallazgos, en otras palabras, ser un sabueso de la noticia.
Pregunto, ¿nos lucimos al escribir? Para pensarlo.
Aquí una entrevista que le hizo Pedro Escribano de La República:
“No tiene dudas, para hacer periodismo, la calle es una de las mejores escuelas. El cronista colombiano José Alejandro Castaño tiene todo un doctorado en suburbios y barrios rojos, comarcas de narcotraficantes. En el 2003 ganó el premio Casa de las Américas con La isla de Morgan, un crónica sobre Cuevas del Barrio Triste, un tugurio en el mismo corazón de Medellín. Sus crónicas han sido publicadas en diarios y revistas, y entre nosotros en Etiqueta negra.
–Sueles ir adonde los hechos ocurren. ¿Qué guía tu olfato?
–Sí, y es que los periodistas hemos caído en una suerte de inercia vital. Vivimos poco y eso hace que salgamos poco a las calles. Hoy en día hay muchas cosas que van en contra de nuestro trabajo, una de ellas quizás sea las facilidades tecnológicas con las que contamos. Hoy en día es posible hacer un periódico sin salir a la calle, porque tenemos el Google, el internet y tenemos la posibilidad de copiar y pegar. Por supuesto que es una práctica malsana para el oficio. Pero además de las ayudas tecnológicas, hoy en día hay mucho de eso que se llama oficina de prensa, que facilita demasiado la labor periodística. Ya no se va tras la noticia. Se recibe comunicados de prensa, fotografías. El periodista cada vez sale menos. Esto nos ha metido en una inercia que pervierte el oficio.
–¿Has renunciado a las bondades tecnológicas?
–He renunciado a la pasividad, a quedarme en la oficina. Siempre he salido, siempre le he dedicado muchas horas a buscar historias en las esquinas, en los hospitales, en las salas de audiencia judicial, en los cementerios, en los prostíbulos, en los estadios, allí es donde ocurren las historias. Eso ya de entrada te asegura de enterarte de cosas que de otra manera no te enterarías. Las grandes historias nunca llegan a las salas de redacción solas ni través de comunicadores de prensa.
–El oficio es ir a la caza...
–Por supuesto. Hoy algunos periodistas visten de saco y corbata, aquí le dicen terno... hay mucha elegancia y cada vez más usamos la cremas blancas, somos muy pálidos y es que nunca nos exponemos al sol. Sí pues, ni bien cruzamos la línea de los 30 años ya nos crece la barriga... es que somos sedentarios. Nosotros hemos hecho un esfuerzo sincero de ir a las calles, tocar las puertas, cruzar los campos.
–Tus crónicas rescatan hechos insólitos de la vida cotidiana, casi un realismo mágico...
–Sí, incluso algunos han llamado a ese estilo "realismo trágico". Las noticias tristes se imponen de manera brutal. Y, claro, te encuentras con cosas excepcionales.
–¿Cuáles, por ejemplo?
–En el libro que he presentado en la feria Cuánto cuesta matar a un hombre, narro historias como esta: Algunos policías de la ciudad de Medellín llevaban más de diez años sin salir de vacaciones porque el vértigo criminal de la ciudad los obligaba a seguir trabajando, entonces yo quise preguntarme qué hacen en sus ratos libres, cómo hacen para no enloquecerse. Encontré casos interesantes: un policía, que es el fotógrafo de criminales, de los difuntos asesinados, atropellados, en sus ratos libres es fotógrafo de fiestas infantiles, mucho en fiestas de los hijos de sus colegas. Encontré otro que es capaz de ir a trabajar sin su arma de servicio, pero nunca deja de llevar un libro de poesía. Es poeta y lleva publicados dos libros. Tiene un nombre inverosímil: se llama Antonio Machado.
–Tú eres cronista, ¿cómo encabalgar en ella la literatura?
–Yo creo que lo primero que hay que mirar es que la crónica, más que un texto bien escrito, es un texto que supone hacer un hallazgo. Una crónica no es el resultado de un esfuerzo por embellecer. A veces la gente tiende a creer que una crónica es un texto que se pasa por el salón de belleza. Una crónica, más allá de la manera como está escrita, debe suponer un hallazgo. Algo distinto, un encuentro con algo. Debes encontrar una cosa que no se sabía antes. O se sabía, pero se sabía mal. Entonces, el cronista sobre todo es un explorador más que un decorador".
De acuerdo en casi todo. Lo principal es ese hallazgo, esa denuncia. Pero es evidente que hay que saber escribir, hay que tener técnica para contar las cosas. Si solo tienes lo primero dedícate a policía o detective. El colombiano César Vallejo (cronista de Soho), Martín Caparrós, John Lee Anderson Martín Amis -cuando se le antoja- y los peruanos tenemos a la 'Gaba' Wienner, David Hidalgo y Eloy Jáuregui (maestro, lástima que ya quemó...) son buenos ejemplos de esa amalgama.
ResponderEliminarY si quieren saber qué no se debe hacer, vean el show de lágrimas de Lúcar (TV), como siempre con la truculenta Andrea Llosa o lean a Milagritos Leiva en El Comercio.