

Ha quedado un tufillo de injusticia. Sí injusticia. Las verdaderas víctimas fueron las centenares de familias estafadas con la compra de terrenos, -a la postre ilegales- que defendían, más que seguro, su mala inversión a costa de su propia vida y por supuesto de sus hijos. Los traficantes de terrenos fueron quienes obligaban que nadie entrara ni saliera del predio y en otros casos pagaban "por persona o niño "a gente forànea al mercado y algunos advenedizos. Además, las familias sencillamente no podían desalojar el centro de abastos porque no tenían otro lugar adonde ir, ¡eran sus casas, negocios y progreso momentáneo! Definitivamente fueron vilmente engañados a costa de su ignorancia y fe en gaznápiros [1] aprovechadores, quienes les ofrecían un negocio seguro, y claro, cayeron redonditos.
El objetivo de este post no es promover la toma ilegal de terrenos, ni mucho menos, al contrario, estoy plenamente convencido con el estado de derecho y el respeto por la propiedad privada. Sin embargo, advierto que este es un caso más donde la pita se rompe siempre por el lado más débil. Es fácil señalar y endilgar el adjetivo de “!invasores!” a personas que sólo defendían su fugaz felicidad y ahorros, probablemente, de toda su vida. Y los traficantes de terrenos, bien gracias. Por lo menos las autoridades judiciales ya dictaron orden de captura para estos malandros.
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[1] en singular, la RAE lo define como un tipo torpe, grosero o simplón. Un "sin futuro" que no espera nada de la vida. Alguien que en el colegio creía que el "mataburros" era él y no el diccionario.
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