miércoles, 30 de mayo de 2007

0 Los verdaderos culpables de Santa Anita


Después del bolondrón del desalojo en el Mercado Mayorista de Santa Anita, han quedado algunos pernos por ajustar. Primero: los verdaderos culpables de este tole tole tienen nombre propio: Fernandino Nieto y Herminio Porras. Segundo: el campo recuperado de 800 mil metros cuadrados está libre, pero el mar de gente está afuera esperando recabar su mercadería “alojados” en los parques aledaños. Tercero: ¿las autoridades políticas y municipalidades tenían previsto estas consecuencias?, absolutamente NO. Cuarto: ¿Los malhechores -inocultables autores intelectuales de la invasión al mercado limeño- están en la cárcel? Never, están prófugos ¡y encima uno se cortó los bigotes para que no lo reconozcan! Y Quinto: ¿Quiénes lotizaron el terreno y a quiénes pagaban las cuotas los comerciantes en cuestión? Ni la policía lo sabe.

Ha quedado un tufillo de injusticia. Sí injusticia. Las verdaderas víctimas fueron las centenares de familias estafadas con la compra de terrenos, -a la postre ilegales- que defendían, más que seguro, su mala inversión a costa de su propia vida y por supuesto de sus hijos. Los traficantes de terrenos fueron quienes obligaban que nadie entrara ni saliera del predio y en otros casos pagaban "por persona o niño "a gente forànea al mercado y algunos advenedizos. Además, las familias sencillamente no podían desalojar el centro de abastos porque no tenían otro lugar adonde ir, ¡eran sus casas, negocios y progreso momentáneo! Definitivamente fueron vilmente engañados a costa de su ignorancia y fe en gaznápiros [1] aprovechadores, quienes les ofrecían un negocio seguro, y claro, cayeron redonditos.

El objetivo de este post no es promover la toma ilegal de terrenos, ni mucho menos, al contrario, estoy plenamente convencido con el estado de derecho y el respeto por la propiedad privada. Sin embargo, advierto que este es un caso más donde la pita se rompe siempre por el lado más débil. Es fácil señalar y endilgar el adjetivo de “!invasores!” a personas que sólo defendían su fugaz felicidad y ahorros, probablemente, de toda su vida. Y los traficantes de terrenos, bien gracias. Por lo menos las autoridades judiciales ya dictaron
orden de captura para estos malandros.
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[1] en singular, la RAE lo define como un tipo torpe, grosero o simplón. Un "sin futuro" que no espera nada de la vida. Alguien que en el colegio creía que el "mataburros" era él y no el diccionario.

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