sábado, 2 de junio de 2007

2 No voy en tren, voy en avión

Subo a una combi [1] rumbo al trabajo y me encuentro atrapado, arrimado y con tímidos reflejos forcejeo en medio de una multitud de brazos y piernas que no entienden el tira y afloja, pero batallan misma ancla fija en el mar. Un vetusto pasamanos es lo único que me da equilibrio. Es uno de tantos días.

Sin embargo

En esos minutos de caos pasajero-vivencial recuerdo placenteramente el viaje que realicé hace tres días en el bus de
Perucetu GNV, que el gobierno de Toledo inauguró con el alarde de beneficiarnos con el gas natural y concesionar empresas de transportes. Hasta ahora desconocía de ello y tampoco había visto un vehículo semejante, si no fuera porque el cobrador dice “Todo Javier Prado”, entonces abordé en primera. Eso sí que era viajar con mayúsculas. Ya hoy hasta me parece sólo un sueño, algo irreal.

Tiro la caña de pescar y jalo un recuerdo, automáticamente hago la comparación con un viaje –tirado en el sofá de casa- en el metro de Londres que vi en una película por cable. Algunos pasajeros tenían a la mano vasos de café caliente, bien sentados, ordenados, contemplando los paisajes, la urbe, los verdes campos. Pero eso sí para nuestra realidad es una utopía. Me fui muy lejos.

Al subir me siento presuroso y hago un paneo al interior desde su cómodo asiento. Tintes de modernidad en su diseño, espacioso, bien pintado y sobre todo limpio, sí limpio, créanme. La mirada de los pasajeros que ingresan al bus es de asombro, ¡sonríen los chicos, increíble!, abundan rostros de felicidad. Parece que estarían a bordo de un mercedes o una limousine. Subo la mirada y se prende una pantalla plateada tipo LCD de una computadora y aparece un relampagueo. Gulp, ¡estaba empezando una película! Faltaba la canchita nomás. Esto se pone bueno. Nos "ganamos" con “
De ladrón a policía”. Por minutos olvidé que me iba a trabajar. No saben lo que gocé en complicidad con los otros pasajeros. Nos hemos reído, primero disimuladamente mirando a las lunas laterales, luego sin roche, a mandíbula batiente, con el quimboso y embetunado actor norteamericano Martin Lawrence. Una anciana, súper relajada y envalentonada –porque todos nos moríamos de vergüenza- llama al cobrador para comprarle una galleta. Eso sí era lo último que esperábamos. Sí señores, dentro del vehículo había una caseta –tipo Telefónica- de venta de golosinas, galletas, chizitos, etc. Sin palabras.

“!Asu, qué moderno!”, vociferaba una madura rubia al subir y contemplar la moderna movilidad, para seguidamente sentarse a mi lado. La sonrisa no se despegaba de su cara.

Pasajes

Lo cotidiano fue escuchar: “Sus pasajes por favor”, pero a pesar de ello, el cobrador estaba correctamente vestido y pulcro. Un milagro en Lima. Por inercia pienso -a la hora de buscar la billetera para pagar el pasaje-, absurdamente o gracias a los beneficios del viaje: ¿Cuánto costará el pasaje aquí? Con gusto pagaría el doble, no me hubiera hecho paltas, pero cobró el pasaje normal. Es que aparentaba un recorrido -como solía hacerlo de pequeño- a Trujillo en los cómodos buses de
CIVA que salían de la hoy renovada avenida Grau.

Entre risa y risa, me veo en la cuenta que ya estoy a una cuadra de mi rutinario paradero. Es hora de bajar. Al reaccionar de mi ubicación confirmo que este bus es -literalmente- una bala, ¡qué rápido llegó! Como dice la canción de Charly García: No voy en tren, voy en avión… Y este sí que voló. Pero me quedé en ascuas, a mitad de película. Tendré que alquilarla para ver el término.

Un detalle, ¿Cómo se baja de esta cosa? El cobrador está un poco lejos para que me sople y ya hay gente parada. Ni hablar, qué roche. Avanzo y no veo el botón encima de la puerta de bajada, ahora ¡cómo aviso que bajo en la próxima esquina! De pronto, acelera el carro, tambaleo y me cojo del pasamanos, pero ¡Oh sorpresa! allí estaba el bendito botón, a media altura, lo aprieto, bajo y veo como se pierde en perspectiva mi fugaz viaje.

Pregunto: ¿Llegarán a establecerse en nuestra Lima urbana flotas de estas modernas movilidades? Difícil, al menos en cantidades industriales, sólo en raquíticas rutas. Por lo pronto, sigamos con nuestras destartaladas, llenas de smog y asesinas combis.

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[1] comúnmente son llamadas “Combis de la muerte” o “combis asesinas” debido a los accidentes de tránsito que se les atribuyen. Dícese del vehículo multiuso admirado por muchos, divertido de conducir. Se fabricó hasta 1979 en Alemania y hasta 1990 (aproximadamente) en Argentina. Las combis fueron las primeras camionetas pequeñas que se utilizaron para el transporte interurbano. Su nombre viene del alemán Kombi, nombre de un modelo de camioneta de pasajeros de la marca alemana Volkswagen.

2 comentarios:

  1. Hola Carlitos la verdad que te felicito por tus escritos disfrute mucho leyendolos. Espero y sigas publicando y que tengas muchos exitos!!!
    Me quede intrigada sobre aquel bus que describiste , en realidad exsite??? pues de ser asi la gente ha de sentirse muy bien pues eso significaria progreso , no??!!
    Suerte y exitos :
    tu amiga... Karen maticorena

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  2. !Qué milagro! Gracias por escribir karencilla, recién subo mi avioncito de papel y veo tu comentario. Esta semana fue muy intensa: estresado con la chamba y los trabajos y exámenes de la Maestría.

    Sobre tu comentario, el bus si existe, al que me refiero tiene ruta urbana, es decir abarca la ruta de cualquier micro, ejem:la 79, la COVIDA o la "JV" en la cual venias a mi casa. Apropósito de mi crónica de viaje en bus, COMENTA en el blog ¿cómo es viajar en Calgary, Canadá? ¿hay "combis"? ja, ja, ja (no creo) ¿cómo se transportan?

    Me dio gusto saber de ti, confio que te vaya bien en tu nueva vida de casada. Dios te bendiga.

    Carlos

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