martes, 12 de junio de 2007

0 Mi amiga la lectura

Hace años oí decir a un profesor universitario una frase que capturó mi atención: “Los libros son como un baúl lleno de tesoros. Para que saquemos sus riquezas, primero tenemos que abrir y leer su contenido".


En gustos y colores


Siempre recomiendo empezar con algo fácil, que te atrape en un abrir y cerrar de ojos. Si lees eventualmente la revista “Magaly” o los diarios “ajá” o “El Bocón” aspira a escalar posiciones, para no descender de categoría. Sugiero leer la laureada revista peruana Etiqueta Negra (sus dos últimos números están colgados íntegramente en pdf, aprovecha) o la pionera colombiana Gato Pardo. Sus historias están contadas con la pericia y bisturí literario de finos escritores y periodistas del continente. Los sábados distráete con “Somos” de “El Comercio” que trae de todo como en botica. También puedes adquirir la revista “El Gráfico” (argentino o peruano) con las ultimitas del deporte mundial –99.9% futbolero- y gozar con sus crónicas al ras de la cancha.

Si no tienes dinero contante y sonante, no te salvas. Seguro debes tener en tu casa una Biblia –casi todos la tienen, algunos creen que es para utilizarlo de adorno-, primero desempólvala y luego sumérgete en ella a través de sus sabias e iluminadoras historias. Por algo es considerado el libro más leído en el mundo.



Conectados en la Web


Si los jueguitos en red, el messenger y el Hi5 se han vuelto tu debilidad, haciéndote preso del “tecleteo”, desenchúfate y no pierdas el tiempo. Presiona End, reinicia tu cerebro y viaja en el ciberespacio con lecturas ágiles. Pero no basta leer cualquier textito de marras. Diviértete con las crónicas de Renato Cisneros y Juan Manuel Robles blogueros de “El Comercio”; y con los zarpazos de humor negro de Carlos Carlín en Perú 21 y de La Cebolla. En el mundo de la prosa, verso y más verso, quien toma la batuta es Iván Thays, seguido a milímetros por Gustavo Faverón Patriau, Santiago Roncagliolo y Alonso Cueto.

Los
“papeles perdidos” de Jaime Bayly y la columna del mediático Beto Ortiz son, fuera de sus escandaletes, en el rango de la lectura pulidamente sarcástica, algo temerariamente aconsejable. Si estás interesado en saber algo más que el nombre del presidente, en política Aldo Mariátegui y Augusto Álvarez Rodrich directores de Correo y Perú 21 respectivamente, acompañados de Marco Sifuentes, Martín Tanaka, Pedro Salinas y del reaccionario Fernando Rospigliosi, son buenas opciones de información. En propuestas educativas tenemos a León Trahtemberg y Roberto Lerner. Sumemos en temas de economía a Cecilia Blume y las sesudas reflexiones de Carlos Adrianzén. Y con el objetivo de saber qué hay más allá de América, tenemos a los internacionalistas Isaac Bigio, Ariel Segal y Guillermo Giacosa.

Sabias palabras



"Los muchachos en el colegio no pueden ser obligados a leer libros de la edad media -apunta inteligentemente Luis Jaime Cisneros, eminencia en el tema educativo-, tienen que leer a sus contemporáneos. Invitar a leer no consiste en invitar a leer literatura, sino todo tipo de textos que tengan que ver con los muchachos”. Comentarios vertidos sobre el intrépido Proyecto Recreo del escritor Javier Arévalo y del multifacético Gustavo Rodríguez, director de la agencia Toronja Comunicación Persuasiva, de llevar libros entretenidos de más de 40 autores a las grandes mayorías con precios de bolsillo (10 soles cada uno).

El maestro
Luis Jaime Cisneros fija su posición frente a la lectura y la educación. Los 59 de enseñanza en la PUCP lo respaldan: “La lectura no es, como muchos creen, un deleite para los ojos fisiológicos. Es un duro y hermoso ejercicio para los ojos mentales…Leer es una antigua convocatoria para ser cada día más claros, cada día más combativos en el razonar y en el actuar…Quien no aprende a leer (es decir, a amar el libro y la lectura) no estará en capacidad de ser juez ni de ser crítico. Sabias son, por eso, las palabras de Harold Bloom: ‘Importa, para que los individuos tengan la capacidad de juzgar y opinar por si mismos, que lean por su cuenta’”.

Asimismo, en las mejores notas del 2006 de “El Comercio” argumenta que “La escuela no puede hacerte creer que el conocimiento se adquiere fácilmente. El conocimiento tiene que costarte trabajo. Debemos luchar para ser los descubridores del conocimiento… porque no lo hemos recibido gratuitamente, nos ha costado… La escuela proporciona datos para la vista y para el oído. La cabeza no interviene en el proceso, solo el dedo (hace ademán de apretar un mouse). La máquina no te puede dar lo que no tiene, tú le tienes que dar lo que ella no te puede ofrecer.
(Seguir leyendo).

Jalados



Es penoso ver los números fríos. El vocabulario estándar de los estudiantes peruanos al terminar la secundaria debería ser de 2 mil palabras, pero rochosamente con las justas raspamos las 400. Por ello, se ha vuelto un lugar común en conversaciones y diálogos repetir -hasta el cansancio- frases, dichos y palabras como si de un rodeo se tratara: los mismos toros, caballos y mulas dando vueltas. Además, el Ministerio de Educación sentencia que 8 de cada 10 niños, sea de colegios públicos y privados no comprenden lo que leen. Es una vergüenza, ocupamos el penúltimo lugar en comprensión lectora, sólo Haiti está por debajo de nosotros.

Acomódate

Consigue un libro (vale del colegio, pre, academia, universidad, etc.), ajusta tus lentes –si los tuvieras- y alístate para mirar de lejitos a la ignorancia.

No es necesario que te acomodes en un escritorio con gesto adusto y postura erguida. Leer es entrar a una libertad plena sin que nadie te diga nada. Claro, el ambiente tú lo creas. Puedes capturar historias con tu libro a la mano rumbo al trabajo, soportando el bullicio del cobrador de la combi y las extravagantes músicas que insertan en los odios de los pasajeros. O bien tumbado -de costado- en tu cama luego del almuerzo con un acompañante relampagueo melodioso de “Where the streets have no name” de U2 o meditando con “Me viniste a rescatar” de Hillsong United. En la noche es otra excelente ocasión para “devorarte” un libro, sin ruido que valga, solamente con el silencio como cómplice. Ahora, si quieres realizar una lectura breve, el “trono” es una opción que suelen aconsejar. En buenas cuentas, cualquier sitio, momento y tema son válidos para refugiarse en la lectura.

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