viernes, 23 de julio de 2010

0 Carta de un hombre que editó bien su vida


Estimada Cristina: Ayer recibí una misiva de tu abogado donde me invitaba a enumerar los bienes comunes, con el fin de comenzar el proceso de disolución de nuestro vínculo matrimonial. A continuación te remito dicha lista, que como verás, la he dividido en dos partes. Básicamente, un apartado con las cosas de nuestros cinco años de matrimonio con las que me gustaría quedarme y otra con las que te puedes quedar tú.

COSAS QUE DESEO CONSERVAR: -La carne de gallina que salpicó mis antebrazos cuando te vi por primera vez en la oficina. - El leve rastro de perfume que quedó flotando en el ascensor una mañana, cuando te bajaste en la segunda planta, y yo aún no me atrevía a dirigirte la palabra. - El movimiento de cabeza con el que aceptaste mi invitación a cenar. - La mancha de rimel que dejaste en mi almohada la noche de bodas, cuando por fin dormimos juntos. - La promesa de que yo sería el Único que besaría la constelación de pecas de tu pecho. - Las gotas de lluvia que se enredaron en tu pelo, en medio de tus carcajadas, durante nuestra luna de miel, mientras subíamos al tren. - Todas las horas que pasamos mirándonos, besándonos y hablando. También me quedaré, si no te molesta, con las horas que pasé simplemente soñando o pensando en ti.

COSAS QUE PUEDES CONSERVAR TÚ: -Las cenas en silencio, interrumpidas únicamente por el ruido de los cubiertos, porque ya no tenías nada para contarme. - Aquellos besos obligados que me dabas, cuyo ingrediente principal era la rutina. - El sabor agrio de los insultos y los reproches. - La sensación de angustia al estirar la mano por la noche para descubrir que tu lado de la cama estaba vacío, porque te quedabas hasta tarde navegando en Internet o hablando con tus amigos ocasionales en Facebook. - Las náuseas que trepaban por mi garganta cada vez que notaba un olor extraño en tu ropa. - El cosquilleo de mi sangre pudriéndose cada vez que te encerrabas en el baño a hablar por teléfono. -Alan y Cecilia... Los nombres que nos gustaban para los hijos que nunca llegamos a tener. Con respecto al resto de objetos que hemos adquirido y compartido durante nuestro matrimonio (el automóvil, los muebles, la casa, etc) solo quiero comunicarte que puedes quedártelos todos. Al fin y al cabo sólo son eso... objetos.

Afectuosamente, Roberto.

Vía 

miércoles, 7 de julio de 2010

19 Ser profe


Hoy se celebra el día del maestro, aunque no soy teacher de profesión sino periodista (esto me dispensa -espero- de cualquier metida de pata que haya cometido en alguna clase), en los siete años enseñando periodismo y comunicaciones en algunas universidades e institutos he coleccionado algunas anécdotas e impresiones de mi experiencia como profesor universitario. Aquí mis pareceres personalísimos sobre lo que es ser profe: 



Ser profe conlleva a orientar, no a manipular.

Ser profe es mostrarse tal cual es, no dárselas de presuntuoso.

Ser profe connota una vocación, sino terminas aburriéndote.

Ser profe es conocer, a veces, personas fascinantes.

Ser profe es descubrir talentos.

Ser profe es escuchar luego de entregar los exámenes desde “se maleó con mi nota” hasta “lo amo”.

Ser profe es sorprenderte gratamente con aquellos alumnos que alguna vez te odiaron por el curso que dictabas, pero después de años se disculpan personalmente, por correo electrónico o las redes sociales de los malos ratos causados porque se dieron cuenta que las clases les sirvieron en su vida profesional.

Ser profe no solo significa dictar temas académicos sino transmitir experiencias en la carrera.

Ser profe es asimilar que te digan profe -aparte del centro de estudios- en algún supermercado, tienda por departamento o cine.

Ser profe es llevar la ética como un estilo de vida.

Ser profe es educar en valores a los alumnos, bajo tu propio espejo.

Ser profe para los alumnos es como decir tu nombre y tu nombre para ellos se convierte en tu apellido.

Ser profe, vamos, ser un profe bien considerado amerita que algún alumno te haya dejado una manzana, dulce o un regalo en tu escritorio, pupitre o mesa.

Ser profe es ser un psicólogo en ciernes.

Ser profe es llevar el trabajo a la casa (días de semana, fin de semana, cumples, feriados, etc).

Ser profe requiere, a veces, ser como un hermano mayor.

Ser profe significa perdonar a algunos alumnos mala onda.

Ser profe implica ganarse cuando rompen (en tu cara) un examen jalado.

Ser profe es enseñar y aprender a la vez.

Ser profe es ayudar a los más “lentos”, quedándote horas hasta que aprendan.

Ser profe no da derecho a maltratar a los alumnos.

Ser profe es tener apilado un cerro de exámenes por corregir.

Ser profe es sonreír a un alumno aunque sepas que te ha maleteado días antes.

Ser profe no significa ser un genio.

Ser profe es deslumbrarse con el progreso de los alumnos esforzados.

Ser profe es predicar con el ejemplo.

Ser profe es un privilegio.

Ser profe es formar jóvenes críticos con la realidad que los rodea.

Ser profe conlleva estar a la vanguardia en ciencia y tecnología.

Ser profe es soportar sutilmente amagues de arreglos.

Ser profe es haber pasado alguna vez roche en clase.

Ser profe es sonrojarte cuando no entiendes la jerga de los 'graciositos' de la clase.

Ser profe es ser un facilitador, un guía; no un mandón.

Ser profe es no empelotar al graciosito o al vacancito de la clase.

Ser profe no es ser abridor de puertas (¡Cuándo entenderán!).

Ser profe es haber sido testigo (en clase) de besos, abrazos… de alumnos.

Ser profe es quitarle tiempo a tu familia para dárselo a jóvenes que nunca conociste.

Ser profe es preparar clase con horas de anticipación hasta que algún gilerito se cree orador distrayendo a sus compañeras.

Ser profe es aguantar a los que se creen vivos (ojo, los que se creen, porque no lo son).

Ser profe es soportar -una que otra vez- a un reducido número de haraganes calienta-bancas que hacen gastar dinero a sus padres por las puras.

Ser profe no significa "ser viejo".

Ser profe augura éxitos y pifias.

Ser profe es ser amigo.

Y ser profe es que alguien que te aprecie haya leído hasta aquí.
 

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